La puerta se cerró y él quedó afuera. Ella respiró profundamente, llenando de aire sus pulmones, descansada al fin, satisfecha de su decisión, temerosa también de los días venideros, ofuscada por la rabia del "no haberlo hecho antes", feliz por el lastre soltado, ese yunque que llegaba a asfixiarla y que no dejaba que saliera a la superficie, ahogada en aquella pena que le había devorado el alma a bocados. Todo cambiaría, lo sabía, lo sentía, estaba convencida. Nadie le haría sentirse así en lo que le quedase de vida. No dejaría que la vapuleasen, que la menospreciaran, que la tratasen peor que nada, que aquellas últimas noches obligadas no ocurrirían más. Abrió el grifo con el agua caliente, consiguió regular la temperatura del agua a su gusto, se dejó empapar por la tibieza del agua. Y sucedió, consiguió llorar por primera vez después de mucho tiempo, y sus lágrimas corrían por su cara mezclándose con los chorros de la ducha. Era feliz, muy feliz, y la libertad año...
Un lugar donde escapar, un sitio donde encontrarme.