Ya estamos en junio, mes que presagia verano, el mes en que las listas del paro baja por el aumento de demanda en hostelería y servicios, preludio de los calores sofocantes, las vacaciones y las pagas extras, que por desgracia no podrán disfrutar 4.200.0000 parados.
Los afortunados, quizás vayamos unos días a la playa, o aprovechemos esos momentos para descansar en casa, visitando los veladores y terrazas del pueblo, aún más solicitadas desde que empezó a aplicarse la ley antitabaco.
La piscina será el recurso de los montijanos que no pueden hacer frente siquiera a unos días en un pequeño apartamento de Matalascañas, ese barrio de Montijo en pleno Huelva. No se ofendan los paisanos, que no los menosprecio al decir ésto, muy al contrario, ese pueblo se ha convertido ya en destino de tantos de nosotros que cuando paseas por sus calles o bajas a la playa, te hartas de saludar a diestro y siniestro, porque nos encontramos allí más veces que en nuestra localidad.
Los rigores del "lorenzo" se cernirán sobre nuestra tierra, achicharrándonos con sus 40º C, ese calor que provoca la modorra, que invita a la siesta y al gazpacho, que no se va con el abanico, que se te pega incluso por debajo de la piel, esa piel curtida que aguanta todo lo que el riguroso clima le mande, extrema hasta en su nombre, dura como nuestra raza, que soporta y calla, que padece y no grita, que atacan y no defiende, que insultan y no se ofende, que quieren y corresponde, la raza indómita de los extremeños, callados durante siglos y que está aprendiendo a hablar, comenzando a quererse, a conocerse, a gritar y a no esconderse.
Mi tierra empezará a quemarse. Los cuerpos irán adquiriendo el color chocolate, que no es dorado de playa, porque aquí somos de otra pasta, aquí el sol nos visita desde febrero, empieza a calentar ya en marzo, en abril nos despoja de nuestros ropajes invernales y en junio nos empieza a colorear, a dar el color de esta región, de esta provincia pacense, ese color que nos distingue de cualquier otro sitio de España, porque aquí el astro rey nos trata de distinta forma, y sus rayos no nos acarician, nos arañan, nos azotan, nos traspasan hasta los huesos, los hace duros y fuertes, surquean los rostros del campo, achicharran las frentes de nuestros obreros, queman macetas delicadas, embellecen geraneos y maíces, colorean tomates, endulzan melones y sandías, robustecen olivos y viñas para sus siguientes cosechas......
Llega el estío, y el canto de los grillos se escucha desde los balcones, los mosquitos hacen "su agosto" en piernas y brazos, las puertas de algunas casas se empiezan a llenar con los corrillos de los vecinos, que sacan sus hamacas al fresco de la noche mientras departen amigablemente con todos, algo que está empezando a perderse, porque preferimos poner el aire acondicionado y tumbarnos en el sofá de casa mientras miramos la caja tonta.
Así es el verano en mi pueblo, y no lo cambio por nada, aunque de vez en cuando, una semanita al menos, nos marchemos a esa playa, a llenarnos de arena hasta el c...., tostarnos al sol como las pipas y disfrutar del agua fría de su mar.
Si os vais, si os quedáis, si aún no lo habéis decidido, sea como fuere, pasad un feliz verano, que cuando nos demos cuenta estamos viendo los fuegos, con lo que nos despedimos del calor y nos preparamos para el otoño.
Disfrutad cada día como si fuera el último.
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