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Mostrando entradas de 2013

EL PENÚLTIMO AÑO DE LA "VICTORIA".

- Buenos días, niños. - ¡Buenos días, don Nemesio!. Estaban en cuarto curso de la E.G.B., corría el año 1974. Aún presidía la entrada del centro un gran escudo de cemento de aquella "España, Grande y Libre". Ella nunca tuvo que cantar el "Cara al sol" dirigiendo su mano alzada hacia aquel emblema de la dictadura, aunque sí presenció el cántico en algunas ocasiones, deteniendo sus pasos durante un instante antes de reanudar su camino.....¡Qué tontería, cantar mirando a una pared!. Entraban en clase y lo primero era rezar; Un Padrenuestro seguido de un Ave María era recitado a coro por los más de treinta niños que había en el aula. Con ella estaban los mismos compañeros que desde primero compartían pupitres: Juana Mª, José Antonio, Bárbara, Mari Toni, Paqui, Juan José, Blas....... A don Nemesio le gustaba cómo dibujaba la niña, y cualquier oportunidad era aprovechada para sacarla a la pizarra y que, con tiza en mano, pintase algo relacionado con el tema

AQUELLA NOCHE DE FEBRERO.

Lloraron al mundo, a la noche, a esa oscuridad cerrada cubierta de lluvia. Lloraron. Recuerdos volvían a sus memorias con cada relámpago en el negro cielo. Rieron, sí, rieron también, añorando aquellos tiempos de travesuras, comentando diablurías, como ella les llamaba. Callaron, también callaron, cuando el trueno retumbaba en aquella triste estancia. Mala noche aquella.  Estaban todos, otra vez todos juntos, como antaño, como en aquellas comidas de domingo, como en aquellas Nochebuenas, juntos, aunque sin aquella alegría de entonces. Llovía, diluviaba casi, y los relámpagos auguraban truenos.  Allí dentro, en aquella sala grande, fría, impersonal, ajena, todos estaban unidos por el dolor, aquel dolor que les oprimía el pecho, aquel dolor solo soportable con los buenos recuerdos. -Un día, ¿recuerdas, Diego?, nos mandó mama a por un pollo vivo para comer, no sé si era por Navidad....Fuimos a por él y nos lo trajimos andando, atado con una cuerda, hasta que en la plaza, sin sa

UN AÑO.

Una, dos, tres, cuatro....... Sentada en aquel banco de piedra, con la chaqueta sobre los hombros, miraba caer las hojas junto a ella. El parque estaba desierto si no mirabas más allá de aquellos setos, algo que a ella no importaba. Con sus gafas de lejos apenas podía, ni quería, ver más allá. Para mirar dentro de sí no necesitaba cristales. Hacía un año. Trescientos sesenta y cinco días con sus noches, sus horas, sus minutos y sus segundos. Un año. Observado desde fuera no era nada, un suspiro que arrancaba hojas al calendario, hojas que iban cayendo como esas otras que ahora observaba. Se fue rápido. No hubo despedidas. Un suspiro a medianoche, al acostarse, un suspiro que ella no supo interpretar y que achacó al cansancio de la vejez, fue lo último que salió de sus labios. Y se apagó. Un año, todo un largo y triste año. - ¿Porqué me has hecho esto?.... - Me tocó el turno, mi vida. - No digas tonterías, te deberías haber resistido. - No se puede pelear con la muert

UNA TARDE EN LA "CALLEJA".

¿Pan con chocolate, o con aceite y azúcar?..... La niña de la casa chica había terminado sus deberes de la escuela. Tocaba jugar en la calle. No había alquitrán. En su lugar, el terreno era de "barro colorao", algo que los niños agradecerían si jugaban a la "pinchota". A ella también le gustaba apuntar con el hierro afilado y clavar en aquel suelo blandito, casi rojo, formado a consecuencia de la lluvia de días anteriores y de aquella tierra tan buena para la diversión.     Si ahora viésemos a nuestros hijos con aquel hierro grueso, pesado, con la punta perfectamente  afilada para que clavase bien, nos echaríamos las manos a la cabeza, Los tiempos han cambiado, los niños de mi generación jugábamos con piedras, palos, latas viejas, hierros afilados, "tiradores" (tirachinas), y no ocurrían grandes desgracias. Si alguien se hacía un "bollo" (chichón), pues nada, moneda al canto y una cinta o pañuelo estilo Rambo para sujetarla..... Que no

PRIMERAS GOTAS DE OTOÑO.

Sentada en el sofá, con el café largo entre las manos, la televisión puesta en no importa qué cadena, miraba por la ventana la lluvia que acababa de llegar. Era otoño, estación recién estrenada a la que ella no tenía en buena estima. Ya se notaban los días un poco más cortos, un poquito más frescos -aunque no mucho, en Extremadura el verano se resiste a marchar- y el corazón se volvía nostálgico como el clima, cansino como las hojas amarillas que empezaban a caer..... Era tiempo de añoranzas, o no era el tiempo, sino la lluviosa tarde, que acompañaba al recuerdo de otros días pasados. Allí estaba, al fin y al cabo, abstraída de otra cosa que no fuese el lento descenso de las gotas de agua por los cristales. Había llovido mucho, muchos otoños habían pasado por su mirada, como también veranos con sus calimas, primaveras con sus olores e inviernos con sus aterradores fríos. La niña de la casa chica había vivido ya muchas estaciones, muchos años y aún no podía abandonar a aquella pe

PEDRO JUSTO.

Partió de madrugada, al abrigo de la noche, con algo de comida en un atillo y mucho miedo en el corazón. Atrás dejaba a su familia, su mujer, María, y sus hijos Carmen, Josefa, Juana, Isabel, Pedro y Antonio. Sus hijos, a los que quizás no volvería a ver, su esposa, a la que con total seguridad nunca más volvería a abrazar. Marchó a buen paso, intentando huir de un delator, de un seguro paseíllo al cementerio, de un chivatazo de un mal nacido que le había arruinado la vida. El nunca fue activista, su voz nunca se alzó contra nadie, su espalda nunca se irguió sino para descansar del duro trabajo. Aun así, alguien le odiaba. Aun así, algún mal hombre decidió que no merecía vivir y lo señaló como rojo. Ahora huía, intentaba escapar de la locura en la que se había convertido su pueblo. Muchos habían caído, a algunos los habían encarcelado, a otros fusilado, a muchas rapado y paseado por la plaza para escarmiento de las demás. A él le avisaron, e intentó alejarse todo lo posible

HOY NECESITO SOLTAR LASTRE

Hoy he llegado a estar enfadada con Dios, ese Dios que me ha acompañado cuando no veía luz al final del negro túnel. Creo que no es la primera vez que siento ésto, y El me comprende, porque se porta bien conmigo aunque yo a veces llegue a renegar de su Existencia. Muchas veces, cuando vemos tantas injusticias, nos preguntamos si en verdad existe un Dios, pues es difícil tener fe en alguien que consiente tanto mal como habita en el mundo. Mi caso es nimio, sin importancia, no tengo derecho a quejarme, lo sé, pero igual que a cada enfermo le duele más su dolor que a nadie, a mí me duelen mis cosas tanto como al más pintado. Me han dicho esta tarde que si deseo mal a alguien, ese mal vendrá a mí multiplicado, y sólo he podido contestar como el del chiste: "Pues ya, como no me quede preñao...."...... Pues eso, que creo que trece años y otros quince más contando hacia atrás en el tiempo, me han reafirmado en mi postura: "Hay gente que no se merece vivir". Me e

LA PISTA DE LOS COCHES ELECTRICOS

"Canguro" con capucha en gris marengo, vaqueros lavados, melena larga y mocasines. La niña de la casa chica tenía ya doce años. Era una mujer, en el sentido biológico de la palabra, desde hacía más de un año, y en ese tiempo había cambiado su aspecto. Las trenzas, a las que tanto acabó odiando, habían sido desterradas por fin al cajón de la infancia perdida, donde también quedó su flequillo, aquel que desafiaba continuamente la ley de la gravedad empeñándose en alzarse, como fuente de agua, para caer después en cascada.....¡ Remolino traidor!....... Era domingo, y fiesta. Los autos de choque, o coches eléctricos, como los llamamos por aquí, se habían instalado en el Atrio de la Parroquia de San Pedro Apóstol. Los bancos de frío hierro que rodeaban la pista estaban llenos de ruidosa chiquillería, cuyas risas eran ahogadas por el continuo sonido de la sirena de la atracción y la música que salía de la cabina. Raquel, Dolores, Isabel y ella se sentaron en uno de los banco

LA SOLEDAD DE LA LUNA

Mirando al horizonte las imágenes se difuminaban. El aire, impregnado de sal, refrescaba su cara. A lo lejos se veía una vela, recortada sobre el agua, avanzando hacia la playa. La arena bajo su cuerpo era suave y fría, el agua empezaba a llegar a sus pies con la marea de la tarde. Era hora de regresar a casa, era el momento de abandonar los recuerdos en aquella cala. Hubiese dado la vida por retener instantes, por obligar al sol a amanecer de nuevo, por pedir a la luna que sólo los iluminase a ellos.....Pero el mundo se empeñaba en seguir girando, y aquellos momentos se iban perdiendo más y más con los ocasos. Muchos soles se habían puesto desde aquella tarde, muchas lágrimas había derramado sobre el azul salado del agua, muchas miradas al horizonte intentando vislumbrar su rostro......Y el tiempo se paró aquella tarde para ella. Ahora, en aquella orilla ahora solitaria, con aquella espuma que quería alcanzar sus pies, con el horizonte sin velas y el sol apagándose, decidió

TARDE DE LLUVIA EN LA CASA CHICA

Llovía a cántaros esa tarde de invierno. Tras la pequeña ventana, la niña de la casa chica miraba los charcos que se habían formado en la calle. Mañana, si no llueve- pensó- podremos salir a jugar con las "pinchotas", el barro colorao es muy bueno para que se clave el hierro. Adentro de la casa, en aquella cocina que olía a carbón, su madre pelaba patatas a gallo para freírlas después en el perol. Sería la cena para todos, con unos huevos fritos de los que a ellos le gustaban, perfectos, sin puntillas, con la clara firme y la yema blandita para mojar el pan. Su padre se había venido del trabajo, poco se podía hacer en los tejados cuando el agua caía con tantas ganas. El era albañil, como casi todos los hombres que la niña conocía. Sus hermanos no estaban, seguramente jugaban con los amigos en sus casas, o quizás no, ya lo averiguarían cuando llegase el momento en que las tripas rugiesen y volvieran para cenar. Si traían el flequillo mojado y las ropas empapadas, se i