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EL OSITO DEL DESVÁN



 
Aquel  osito olvidado en el cajón, con su oreja descosida, la sonrisa tímida y un corazón en vez de nariz, soñaba cada noche con la niña. Ella vendría algún día al trastero, estaba seguro de ello.

 Nunca pudo dormir sin él. Cada noche, después del beso a su madre, la pequeña lo abrazaba fuerte, segura con su tacto de peluche, tranquila con la sonrisa que le brindaba si lo miraba a la cara. ¡Cuántas pesadillas habían ahuyentado juntos!.

El osito la conocía muy bien. Sí, es verdad que había crecido, que ya no era la pequeñaja que lo lanzaba con desgana cuando despertaba, que ya no usaba su chupete desde hacía años, que ya no necesitaba para dormir la música de aquella caja con la bailarina girando y girando, que hacía años ya que sus noches no necesitaban una lamparita encendida, que ya no llamaba a los papás porque quería agua de madrugada….. Pero seguía siendo su niña.

Ahora ella no jugaba con muñecas, esa niña se hizo mayor.

Oyó decir que tenía trabajo…… ¿Cuándo ocurrió todo esto?.....El oso no entendía de fechas, del paso del tiempo, sólo sabía de sonrisas, de apretones, de tirones a veces, de abrazos, de lágrimas empapándole el pelo, de volteretas en el aire cuando ella era totalmente feliz….. Y ahora, se había ido de la casa. ¿Cómo lo había olvidado? ¿Qué hizo de malo en su vida de muñeco para que lo dejase allí, abandonado  en aquel cajón de juguetes rotos  supervivientes de una infancia de juegos, restos de aquellos que en su día fueron desenvueltos con asombro, con alborozo, con gritos incluso….?

Allí estaba él, acurrucado entre una muñeca sin brazos y un puzle de madera de piezas grandes y hermosas. El lecho no estaba mal, debajo de su cuerpo tenía un bonito cojín con flores bordadas, lleno de polvo, pero suave.

Pero esa tarde había revuelo en el piso de abajo. Ella había venido a visitar a sus padres. La acompañaba una persona, un chico, al que ella abrazaba cuando los padres no miraban, sintiendo aún la vergüenza de la juventud, con la ilusión que da una relación que empieza. Se veían enamorados. La joven dijo algo al oído de su acompañante, y él aprobó con un movimiento de cabeza. Subió las escaleras del desván, y se dirigió al baúl. Allí estaba, esperándola, como hacía  años lo dejó, con su sonrisa tímida y su corazón por nariz, la oreja descosida tras aquella rabieta. Pobre amigo mío, cuánto me has soportado, por cuantos momentos hemos pasado los dos , cómo me has apoyado sólo con tu tacto suave y tu mirada dulce….

Aquella tarde en que subió al trastero, lo rescató del cajón, lo sentó en su regazo y le cosió su pobre oreja. Ya recompuesto, le dio un beso, y mirándolo a los ojos, y en voz baja, le dijo: “Vas a ser el nuevo compañero de alguien muy especial, de una personita que aún no ha nacido, que quizás se parezca a mí, y estoy totalmente segura de que la querrás como quisiste a su madre, y que ella tendrá en ti al compañero, al guardián, al amigo que siempre fuiste para mí. Te quiero, mi pequeño osito”.

¡Amigos, me voy con ella, ha venido a buscarme! Sabía que no me había olvidado…….

 

 

 

M.G.Máximo.

Comentarios

  1. Un cuento precioso, con final feliz...de los que emocionan. Te aseguro que me he emocionado.Gracias por todo. Te sigo.
    Posdata: Me alegra que el destino te haya acercado a los caminos de mi entorno, de nuevo. ¡Las vueltas que da la vida! Pues eso, que me alegro, niña. Un beso grandote y...volveré.

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  2. Ah....mi blog principal es "Desde los pliegues el alma"...en este escribo muy poco.

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Paqui, me alegra que te haya gustado. Con este cuento gané el 1º premio en el I Certamen Literario del C.E.I.P. Padre Manjón que se celebró el año pasado. Lo escribí para mi hija, lo presenté porque ella me lo pidió y al final, ganamos. Lo peor llegó cuando tuve que leerlo en el Teatro Municipal......las piernas me temblaban como juncos.....

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