Una, dos, tres, cuatro....... Sentada en aquel banco de piedra, con la chaqueta sobre los hombros, miraba caer las hojas junto a ella. El parque estaba desierto si no mirabas más allá de aquellos setos, algo que a ella no importaba. Con sus gafas de lejos apenas podía, ni quería, ver más allá. Para mirar dentro de sí no necesitaba cristales. Hacía un año. Trescientos sesenta y cinco días con sus noches, sus horas, sus minutos y sus segundos. Un año. Observado desde fuera no era nada, un suspiro que arrancaba hojas al calendario, hojas que iban cayendo como esas otras que ahora observaba. Se fue rápido. No hubo despedidas. Un suspiro a medianoche, al acostarse, un suspiro que ella no supo interpretar y que achacó al cansancio de la vejez, fue lo último que salió de sus labios. Y se apagó. Un año, todo un largo y triste año. - ¿Porqué me has hecho esto?.... - Me tocó el turno, mi vida. - No digas tonterías, te deberías haber resistido. - No se puede pelear con la muert...
Un lugar donde escapar, un sitio donde encontrarme.