La niña de la casa chica había terminado sus deberes de la escuela. Tocaba jugar en la calle. No había alquitrán. En su lugar, el terreno era de "barro colorao", algo que los niños agradecerían si jugaban a la "pinchota".
A ella también le gustaba apuntar con el hierro afilado y clavar en aquel suelo blandito, casi rojo, formado a consecuencia de la lluvia de días anteriores y de aquella tierra tan buena para la diversión.
Si ahora viésemos a nuestros hijos con aquel hierro grueso, pesado, con la punta perfectamente afilada para que clavase bien, nos echaríamos las manos a la cabeza, Los tiempos han cambiado, los niños de mi generación jugábamos con piedras, palos, latas viejas, hierros afilados, "tiradores" (tirachinas), y no ocurrían grandes desgracias. Si alguien se hacía un "bollo" (chichón), pues nada, moneda al canto y una cinta o pañuelo estilo Rambo para sujetarla..... Que nos hacíamos un corte, pues la mercromina, que además nos daba aspecto de guerreros indios en batalla,y tan frescos. Urgencias no estaba llena de niños que no echaban mocos y enfermaban como ahora. Antes, las "velas" nos las sorbíamos, utilizábamos un pañuelo de tela o, los más impacientes, utilizaban las mangas de sus jerséis.
La niña ha salido a la calle. Hoy, de mere, pan con aceite y azúcar. Cómo brillaba el dulce cristal sobre el verde, y bajo estos dos colores, el blanco del pan de leña.
Mañana querría ir con su madre a la tahona. Aquel lugar, donde la harina estaba continuamente suspendida en el aire, le resultaba muy agradable. Pardo, el panadero, con aquel impoluto mandil blanco y ese gorrito tan gracioso, introducía las enormes bandejas de lata en aquel horno, tirando hacia sí de la pala para dejarlas dentro, sin que se moviesen ni un centímetro del sitio correcto.
El horno se cerraba, y ahora empezaba lo bueno. Aquel olor a pan cociéndose, los dulces del otro horno que las mujeres esperaban para llevar, la harina fuera de los sacos blanqueando el suelo, el azúcar tostándose sobre las perrunillas, los anises desprendiendo su aroma en el vientre de los bollos de chicharrón, la ralladura de limón de aquellos bizcochos para cortar......
Definitivamente, mañana iría con su madre, y le pediría la teta del pan antes de que sus hermanos lo mutilasen.
Ahora, a jugar, ya están todos fuera. Sus hermanos Pedro, Diego, Andrés y hasta José, que es más pequeño, echan a suerte quién empieza con el pincho. Mariano y Manolo, Bartó, Pedro y Angel, Pedro Luís, José, Esteban y Juan Alfonso, y sus amigas Raquel, Dolores e Isabel, que no quieren jugar con los muchachos..... Peor para ellas..... Ella sí jugará, los juegos de las niñas son tan aburridos.....
Mientras tanto, todos han salido corriendo, ya no quieren lanzar la pinchota. Su siguiente objetivo; El pozo del Valle. Nos vamos todos.
Esta noche, piensa la niña, alguien dormirá calentito. El pilón del pozo es demasiado tentador..... y peligroso, andar por el limoso borde y pretender salir ileso es algo arriesgado y de una insensatez rayando en locura. Primera víctima : Andrés, el hermano de la niña. No podía ser otro. ¿Pero cómo no se iba a enfadar su madre con él día sí y día también?. Bueno, esperemos a ver la reacción de mama. Seguro que saca a pasear su zapatilla. ¡Qué buen uso le da la buena mujer!
- Mama, mama, mira cómo me he puesto....
- (Risas de los hermanos)
-¡Ah, sí, pues ven aquí, que te voy a quitar un poquino el frío!....
Y el travieso hermano de la niña reía, esquivando con un endiablado juego de cintura a aquella zapatilla que parecía unida a la mano de su madre.
-Venga, quítate esa ropa, que estás pingando.
.....Y se acabó el castigo por hoy.
Todos se han calmado en la casa chica.
La cena está puesta en la mesa: Pollo frito con patatas y el pan que sobró al mediodía. Ya no tiene tetas, las dos han sido cercenadas por hábiles y pequeñas manos. ¡Qué bueno está ese miajón, qué crujiente sin quemarse está la corteza!.
Mañana, si su madre quiere, la niña irá a la tahona a impregnarse del rico aroma que desprende todo el lugar.
La niña de la casa chica se ha dormido en su sofá-cama. Soñará con nubes blancas con olor a pan, y, saltando sobre ellas, un niño de ojos verdes totalmente empapado.
Genial como todo lo que me transporta a mi niñez
ResponderEliminarGenial como todo lo que me transporta a mi niñez
ResponderEliminarÉse es el objetivo, Antonio. Gracias.
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