Añoraba partes de su pasado y sentía impotencia al darse cuenta que jamás regresarían.
En su vida, en esa etapa tan negra y dolorosa en que muchos le dieron la espalda, aparecieron personas que ahora mismo no sabría ni cómo clasificar. En aquel entonces los llamó amigos, aun consciente de que esa palabra les quedaba grande. Era lo que tenía, no podía aspirar a más.
Es curioso todo lo que se rompe cuando tomas una decisión en tu vida personal. Todo se conecta, y por tanto, todo acaba igual de roto que su centro.
Una tela de araña invisible une todos los momentos de la vida, relacionándolos entre sí, a tal punto que si una pequeña hebra se suelta, todo queda destruído.
Eso fue lo que le ocurrió. Por eso ella tejió otra tela.
En esa urdimbre empezaron a cohabitar seres extraños,personas que haciéndose pasar por amigos le robaron su energía vital. Acomodó sus oídos a los problemas de aquellos "especímenes", los consoló, los ayudó, cedió su vida y su plato a alguno de ellos.....Hasta que se hartó.
Nadie la apreció como ella hubiese deseado. Nadie la consoló. Nadie la escuchó. Nadie, absolutamente nadie, le entregó su amistad como ella la entendía. La ley del embudo suelen llamar a esta actitud egoísta.
Rompió otra tela, ésta la estaba asfixiando.
Conoció al hombre de su vida. Él tenía una tejida, con años de antigüedad, aunque también un poco desgastada por el uso.
Ella se acomodó en esa tela, crédula de que aquellos que la conformaban eran de otra manera.
Desde el principio le dejaron claro que era una intrusa. Antes que ella, otra había ocupado su lugar.
Ahora, después de muchos años, todos los especímenes de esa tercera trama, habían abandonado el lugar para formar su propia biosfera. En ella no cabían ya ni ella ni él.
La persona que compartía su vida no se explicaba esta actitud, en cambio ella sí la entendía.
En esta vida, cuando vives en una maraña, no puedes dar un paso sin que los otros no se balanceen. Tus palabras deben ser siempre las que los demás quieren oir. No les interesan los problemas, ni las penas, ni los sentimientos ajenos....... La amistad, para ellos, es ocio, entretenimiento, fiestas, situaciones en las que no importe qué pasa en el corazón del que está enfrente, donde no quieren saber para no tener que ayudar.
Eso sí, después nos gusta hacernos fotos y colgarlas en las redes, aparentar, fingir, ignorar todo lo demás.
Ella, desde su pequeñita tela construída con tanto amor, miraba las otras deshechas desde su recuerdo y no lo acababa de entender. ¿En qué momento tuvo la idea absurda de encajar en ellas?
A veces sentía ganas de gritar, de decir a todos lo que pensaba, lo que sentía, lo que la habían hecho sentir, pero otra parte de sí la contenía. No, no era miedo, sino indiferencia. Sí, indiferencia, que es lo peor que se pueda sentir por alguien.
Solamente el amor rellenó el profundo hueco dejado por esos ausentes. Sin embargo, en la soledad de su mundo, en su biosfera, en su microcosmos privado, nunca dejó de añorar a aquellos amigos que perdió en el camino tras romper la primera hebra.
La distancia había puesto una barrera insalvable entre ellos. Los años, los acontecimientos, aquella primera brecha que separó sus rumbos, hacían muy difícil la unión de sus vidas.
Y ella lo sentía en el alma.
¿No habría una forma- pensaba- de volver a coser los hilos que la unieron en su día a ellos?
Difícil trabajo para la mejor modista. Las telas de araña no se remiendan.
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