Era su primera reunión como Asociación después de haberse constituido legalmente. Los personajes de cuentos "Érase una vez", así la nombraron, habían decidido juntarse una vez al año para intercambiar experiencias. Algunos habían quedado muy tocados tras la palabra "Fin", y uniéndose a sus compañeros intentaban volver a hacer una vida "normal", tan normal como la de los lectores de sus historias.
Blancanieves fue la primera en llegar. Había sido nombrada secretaria y
debía levantar acta de los asistentes y de los puntos que se acordasen en el
orden del día. Estaba divorciada, descubrió que al príncipe no le agradaba
besarla cuando estaba despierta, por lo que todas las noches la drogaba para
sentirse superior. Al descubrir los somníferos, lo mandó a paseo, incluyéndole
en su ajuar a los siete enanitos, cansada ya de ser la criada de todos esos
minúsculos parásitos que no la dejaban respirar.
Su cambio de imagen, con vaqueros y pelo corto sin diadema, causó sensación
en todos los compañeros que iban llegando al lugar.
Pinocho llegó también temprano. Según dijo, disponía de un jet privado que lo había dejado a sólo unos metros de la reunión. Blancanieves lo miró incrédula, pero como su nariz seguía sin crecer, pues asintió y le felicitó por su nueva vida, que parecía haber sido muy fructífera. Él no les dijo que ya no era de madera. Había estado cambiando todas sus partes por prótesis robóticas, adquiridas en eBay, Amazon o Aliexprés, además de en alguna ferretería de barrio. Un barniz imitación raíz conseguía que nadie advirtiese su cambio. Ahora no tenía que sufrir por las odiosas termitas ni por el moho en los pies cuando llovía. Una vez, antes del cambio, estuvo a punto de ser arrojado a la chimenea por Geppetto, que en sus últimos años sufría de cataratas y no distinguía entre un madero y su creación. La nariz era de lo que estaba más orgulloso. La había adquirido en una subasta privada, donde le aseguraron que perteneció a un político que además jugaba muy bien al póker, y aquel, aunque siempre fue de farol, nunca fue descubierto. Por eso, cuando mintió sobre su medio de transporte, nadie supo que mentía. En realidad estaba en la ruina. Su obsesión por su nueva apariencia lo había endeudado hasta las cejas, pero como no necesitaba comer, pues iba sobreviviendo con pequeños trabajos que le salían aquí y allá.
Caperucita aparcó su todo terreno en la puerta de la Sede y todos salieron
a admirar el vehículo que la llevó hasta allí. Bajó rápido, con botas de
montañera y camisa de cuadros azules. No quedaba ni rastro de aquella niña con capa
roja que un día su madre mandó a casa de su abuela. Ahora era guarda forestal,
y en las tierras que heredó de su abuela había construido un refugio para
lobos. Hansel y Gretel aparcaron sus motos en la puerta y bajaron juntos.
Después de su "visita" a la casa de la bruja, y cuando todo terminó,
se dirigieron a Asuntos Sociales y denunciaron a sus padres por abandono. El
juez les consideró culpables y pasaron una temporada entre rejas. Los hermanos
pidieron la emancipación aunque eran menores, y el Tribunal, al apreciar que
demostraron mucho valor, entereza y adultez al acabar ellos solos con toda una
señora bruja, les concedió lo que pedían. Desde entonces vivían en la casa de
chocolate, y aunque al principio vendieron dulces a los niños, con el tiempo fue
otra la clientela que entraba por su negocio para hacerse con otro tipo de
"dulce".
Bella llegó del brazo de su amado esposo, al que un día llevó a Turquía
para que le pusiesen injertos capilares. Ella añoraba esa melena de león y el
pelo en el pecho de la Bestia. Juntos tenían una librería y además paseaban a
su menaje de hogar por todas las televisiones. ¡No en todos los cuentos
hablaban las tazas, las teteras o los candelabros! El dinero que obtenían de
esas entrevistas lo invertían en libros y loción capilar, y no precisamente en
este orden.
Ya estaban casi todos dentro de la sala. Blancanieves apuntaba frenética
los nombres de quienes habían asistido. Echaban en falta a muchos. Pobres,
algunos no habían sobrevivido al colorín colorado....
Cuando ya estaban todos sentados y llevaban una hora charlando
animadamente, se abrió la puerta y apareció Rapuntzel. Pidió disculpas, pero,
como explicó, le llevaba muchísimo tiempo arreglar su melena, en la que ya brillaban
algunas canas. Era la única que se había quedado encerrada en el cuento,
cautiva como estuvo en aquella torre, lo que desarrolló en ella una agorafobia
brutal y con la que hizo rico a su psicoanalista privado. Hoy se había atrevido
a salir, no sin antes cerciorarse de que habría suficientes árboles y roquedales
en el camino donde poder refugiarse si sufría alguna de sus crisis.
Todos rieron, charlaron, lloraron y criticaron al resto. Al final, era una
reunión más, una reunión de gente que a fuerza de vivir un cuento se habían
encontrado con la cruda realidad. Quedaron para el año siguiente, firmaron
todos el acta que Blancanieves les puso delante. Eligieron como presidente a
Pinocho, ya que era el único que disponía de jet privado y parecía haberse
convertido en un tipo serio e intachable. Los tesoreros serían Hansel y Gretel,
que sabían contar el dinero mejor que la mayoría, como grandes empresarios del
"chocolate" que eran.
Se dio por finalizada la velada y todos volvieron a sus respectivas vidas,
mucho más divertidas, entretenidas, aburridas y reales que aquellas de los
cuentos que les obligaron a protagonizar.
Y colorín, colorado..........
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