Aún el alba no había despuntado cuando se encendieron las luces de la casa chica. El bullicio de los niños hizo levantarse a los padres, más ilusionados que ellos por ver sus caras. Aquella escopeta de ventosas era increíble, pensaba uno de los mocosos mientras la cargaba, acariciando con sus dedos aquella goma, que seguro se quedaba mejor pegada si la mojaba un poquito con saliva. Algo llamó entonces su atención..... desde lo alto lo miraba desafiante aquella solitaria bombilla.... Sus filamentos dorados parecía que lo provocasen. Miró la escopeta, luego a la luz tentadora, y no lo pensó....El ruído y la explosión de los finos cristales, unidos al apagón que se produjo al saltar los plomos, dieron paso a la voz estentórea de la madre, que sabía lo que costaba una bombilla más que aquel travieso que ahora no sabía dónde esconderse. Varios domingos sin breas del gato ni caramelos saci le costó pagarla a Andresito, pero aquel recuerdo de cristales volando y la luz apagándose, no se...
Un lugar donde escapar, un sitio donde encontrarme.