Mirando al horizonte las imágenes se difuminaban. El aire, impregnado de sal, refrescaba su cara. A lo lejos se veía una vela, recortada sobre el agua, avanzando hacia la playa.
La arena bajo su cuerpo era suave y fría, el agua empezaba a llegar a sus pies con la marea de la tarde.
Era hora de regresar a casa, era el momento de abandonar los recuerdos en aquella cala.
Hubiese dado la vida por retener instantes, por obligar al sol a amanecer de nuevo, por pedir a la luna que sólo los iluminase a ellos.....Pero el mundo se empeñaba en seguir girando, y aquellos momentos se iban perdiendo más y más con los ocasos.
Muchos soles se habían puesto desde aquella tarde, muchas lágrimas había derramado sobre el azul salado del agua, muchas miradas al horizonte intentando vislumbrar su rostro......Y el tiempo se paró aquella tarde para ella.
Ahora, en aquella orilla ahora solitaria, con aquella espuma que quería alcanzar sus pies, con el horizonte sin velas y el sol apagándose, decidió que allí acababa todo. Era el momento de empezar de nuevo.
Regresaría a casa, sola de nuevo, con su bolsa y su sombrero en la mano, abriría de par en par las ventanas para recibir brisa nueva, amontonaría recuerdos en unas cajas, guardaría fotos en el olvido y abriría una botella de vino. Le gustaba sentarse en la terraza y tomarse una copa, los pies en alto y la cabeza reclinada, mirar al frente y cerrar los ojos.... Sólo que ahora no los cerraría, no, no quería verlo allí dentro, en su cabeza, así que los mantendría abiertos, muy abiertos, aunque las lágrimas le escocieran tanto al salir de ellos................
No quería recordar, pero lo hizo, a modo de despedida, y se quedó con lo bueno, con los abrazos de madrugada, con los besos a cualquier hora, con las bromas que se gastaban, con las risas que compartían, con aquellos baños eternos en la intimidad de su casa, con los juegos que acababan en disputas reconciliables, con los viajes a lugares recónditos de paisajes increíbles, con las películas compartidas en el confort del sofá, con los "buenos días mi niña" y los " hasta mañana, amor".....
Y en ese momento sonrió, por primera vez en muchos meses.
Terminó su copa de vino, entró en la casa y se fue al baño. Abrió el grifo del agua, regulando la temperatura de forma que quedase más bien fría, añadió sales de baño marinas y se sumergió en ellas, cerrando los ojos otra vez, sólo que ahora ya no le dolía, y a punto estuvo de tragar el agua cuando intentó sonreír bajo ella. Sacó la cabeza rápido y tosió, riendo, primero tímidamente, escupiendo al mismo tiempo la espuma del baño, pero después soltó una sonora carcajada, y rió, rió a pulmón limpio, abriéndolos, relajando todos los músculos de su cara y su cuerpo, y se hundió de nuevo en las profundidades del mar fabricado en casa.
Esa noche apareció la luna, como siempre, brillante, hermosa, sola como ella, y se dieron compañía. Mañana volvería a amanecer.
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